Con el desconfinamiento o desescalada por la crisis del
coronavirus y las salidas controladas de los adultos en determinados horarios,
los chándals se han convertido en una plaga, están por todos los lados.
Si os habéis fijado, cuando sales a andar a
las 20:00, todo está lleno de deportistas pero que no os engañen, la mayoría no
son reales, somos deportistas intrusos. Sí, me incluyo entre los usurpadores.
Ahora mismo cualquier excusa es buena para salir y es cierto que nos dejan
pasear con los verdaderos deportistas pero este confinamiento parece que nos ha
influido a la hora de buscar un estilo de vida saludable. Todo mentira. Estoy
convencida de que es un espejismo y que los deportistas intrusos seremos los
primeros que llenaremos las terrazas en cuanto esté permitido, y justo en ese
momento sólo los deportistas reales ocuparán los paseos y calzadas. Nosotros
mientras tanto les miraremos y brindaremos con cerveza por su gran ejemplo.
¿Cómo detectar a los deportistas intrusos?
Es muy sencillo, la pista más fiable es la
indumentaria. Hoy me he fijado en la variedad de estilos retro que había por
los paseos y aceras. Gente que parece que ha sacado el chándal de los años 80
para echarse a las calles con la conciencia un poco más tranquila.
Los deportistas reales también son fáciles de
identificar porque su ropa deportiva les queda como un pincel, además suelen ir
combinados en cuanto a colores, incluyendo los de las zapatillas, y cuando
practican deporte están tan acostumbrados que sus rostros no denotan ningún
tipo de sufrimiento.
✔Ejemplo de deportista real:
Bien, pues el deportista intruso es todo lo
contrario. Hay quien lleva un chándal 3 tallas más pequeño de su talla real y va
embutido como una morcilla, marcando michelines por todos los lados. O bien justo
al revés, hay gente que lleva ropa mucho más grande, de forma que dentro de
ella cabrían dos personas más de su tamaño. Es un descontrol pero ir descubriendo
quién es quién en el paseo diario también es de lo más divertido.
✔Ejemplo de deportista intruso:
La mayoría de los deportistas intrusos llevan
esas indumentarias dañinas a la vista pero lo gracioso es que van andando,
vamos, que deporte hacen poco, por no decir nada. Por lo visto, el hecho de
vestirse como deportistas o al menos creerse un intento de deportista engaña a
nuestras mentes vagas y nos hace olvidar por un instante que nuestro deporte
favorito es el sillón ball y las maratones… pero de series de Netflix.
Por el contrario, si alguien realmente
concienciado ha cambiado su forma de vivir la vida y se ha lanzado a hacer
deporte por primera vez, se le reconocerá por su cara roja de esfuerzo supremo,
y lo mismo no ha corrido ni 1 km, (rezaremos para que le dé un chungo en su
intento) pero oye, que está muy bien y es de alabar y ojalá no ceje en su
empeño y consiga esa vida saludable tan deseada. Yo sigo pensando que por
desgracia serán los menos
¿Se podrá reservar ya sitio en las terrazas
para cuando las abran?
Comentarios
Publicar un comentario